Los ecos soterrados de nuestras células
Nuestro cuerpo es entonces un receptor y manifestador de nuestro espíritu o esencia, y nuestra realidad sería nuestro útero individual donde se manifiesta la creación. Nuestro útero es tan generoso que alberga en su seno muchos inquilinos, que son los encargados de mantener vivas las memorias que nos conforman. Esos inquilinos son nuestras memorias que cobran vida en determinados momentos. El origen de estas memorias permanece en la sombra de nuestra consciencia, es decir, en nuestro inconsciente. Nuestra realidad sería como una gran obra de teatro donde nosotros somos el director y el actor principal a la vez, así recreamos el escenario de nuestra existencia conforme al guion de nuestras memorias ancestrales o conforme a nuevo guión que manifiéstanos de forma consciente.
Entender que el “cambio” es una constante dentro de las leyes inmutables de la creación y atreverse a conocerse uno mismo, son los requisitos previos necesarios que necesitamos para poder ver nuestra sombra. Solo nosotros podemos liberarla en consciencia y aceptar que el cambio es nuestra propia evolución.
En la historia de la humanidad ha habido sabios, filósofos que como Platón o Sócrates con su famoso “Conócete a ti mismo” han compartido visiones no materialistas de esta realidad.
Esta realidad es como los sueños, ¿quien dice que no estamos dormidos? Cuando en sueños somos capaces de controlar su contenido a voluntad, quiere decir que también podemos hacer esto mismo en nuestra vida.
El mito de la caverna de Platón, pone en entredicho que la esencia de la realidad sea meramente material, medible y entendible. En la parábola del “mito de la caverna”, Platón describe la conexión con otros niveles de consciencia y sus consecuencias. Haciendo alusión a que la naturaleza y sus ciclos, junto con el Sol, como padre del elemento fuego, son los responsables de que exista todo lo que existe. Poniendo la Idea del “Bien” como emblema esencial a la hora de estar en nuestra vida privada y pública. Todo es para bien.
En la historia de la humanidad hemos ido experimentando vida tras vida diferentes experiencias y realidades que nos han llevado a ser lo que somos hoy. En nuestro cerebro “reptiliano” están almacenadas todas las experiencias del alma, muchas de esas experiencias han sido vividas tanto individualmente como de forma colectiva y su impronta ha quedado impresa en nuestra memoria celular.
Nuestra memoria no solo tiene memorias dolorosas sino que por el contrario también alberga todas las infinitas posibilidades de manifestar nuestro potencial creador.
Pero hemos de saber cómo romper ese “Nudo Gordiano” que nos impide ser lo que somos. Como Hombres o como Mujeres, llevamos el sello de nuestros ancestros como último eslabón de la cadena, nuestra cadena genética. Somos nosotros los herederos de estas memorias. Respetar y honrar a nuestros ancestros es respetarnos y honrarnos a nosotros mismos.
Escrito por Surá Lillo
continuará...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario