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miércoles, 20 de marzo de 2013

En comunión con la naturaleza




Si concebimos la espiritualidad como la unión con “Todo lo que Es”, el camino del despertar puede resumirse en una sola palabra: “integración”. Cuando internamente vas haciendo concientes todos los distintos aspectos de ti mismo, también la realidad externa se transforma, y comprendes que eres solo un eslabón más en la cadena de la vida. Entonces el contacto con la naturaleza llega a convertirse en una experiencia mística de plenitud, en una sensación de expansión que conecta internamente al ser con todo lo que sus ojos ven y su corazón siente.

Un día de campo es la alegría del espíritu, es un ritual de celebración de la vida. El contacto con la naturaleza puede disolver la tristeza y recargar la energía del hombre agotado por el exceso de trabajo y la preocupación. Si deseas experimentar la verdadera comunión espiritual, camina concientemente por el bosque, deja que tu mente calle y el corazón se expanda hasta tocar los árboles, la textura y el color de las flores. Permite que te conmueva el canto de los pájaros y te arrulle el murmullo del agua que corre por entre las piedras.

El hombre moderno, que vive hacinado en las ciudades, ha perdido el contacto con la naturaleza, por eso se siente aislado y alienado. Nuestra civilización está enferma, por haber desarrollado excesivamente los valores de lo masculino, en detrimento de lo femenino. La represión de su aspecto femenino es lo que hace que el individuo se sienta separado de la madre Tierra, y prime en él el afán de dominación, que da valor al medio ambiente solo en función de poseer y de conseguir dinero.

Pero el planeta en esas condiciones no puede continuar sustentando la vida. Por eso ahora la prioridad es alcanzar un punto de equilibrio, que, primero consigue el individuo dentro de sí mismo, y luego proyecta a nivel local; para que más tarde sea el patrimonio de la sociedad humana, a nivel global. El péndulo planetario induce ahora hacia un cambio de polaridad, vamos todos viajando de vuelta al corazón, hacia un despertar espiritual sustentado en el poder de síntesis, la intuición, la sensibilidad y la receptividad, que son los valores femeninos por tanto tiempo devaluados.

Integrarnos es reestablecer el contacto amoroso con la Madre Tierra. Si no te es posible salir al campo (para colmarte del verde de los árboles, del azul del cielo, del aroma perfumada y la fiesta multicolor que te regalan las flores) entonces te queda el recurso de crear interiormente tu jardín privado, donde puedas refugiarte cada vez que quieras encontrar un bálsamo calmante para la angustia crónica, y un centro de paz en medio del torbellino de la agitación diaria.
Toma tres respiraciones profundas, y siente como tu cuerpo se relaja, las preocupaciones se desvanecen y la mente se calma. Luego visualiza tu paisaje ideal, puede ser: al lado de un pozo de aguas cristalinas, alimentado por una cascada que trae reminiscencias de truenos y vapores de nubes. Siéntate al pie de aquel árbol amigo, que te invita a descansar bajo su sombra protectora, en un mullido colchón fabricado de hojas secas y del suave humus formado por troncos y cáscaras caídas.

Permite que tu corazón vaya al encuentro de las flores, observa que la misma vida que te alimenta a ti, vibra en cada ser vivo, llámese planta, hormiga, lagartija o pajarito.

Disfruta del aliento del Creador, que, para ti se viste del olor de la tierra mojada, mezclada con el aroma de las yerbas que la visten. Tómate un tiempo para disfrutar allí, en ese paraíso que tu mismo has creado. Acéptate a ti mismo como parte de esa creación perfecta. Cuando lo hayas hecho, vuelve a tu lucha por la supervivencia cargado de paz y de gratitud por el hecho de estar vivo.
Cada vez que lo necesites ese refugio interno estará ahí para ti. Tu panorama puede cambiar, según lo necesites. Puedes escoger irte al mar para dejarte mecer por las olas, y aprender a fluir con la corriente de la vida. Flotando en el agua puedes permitir que tus preocupaciones y enfermedades se las lleve el mar y las entierre en sus profundidades, sintiéndote luego muy ligero y feliz. Tus posibilidades son tantas, como ilimitada es tu imaginación.

Lo importante es que visites diariamente tu rincón interno de paz donde tu alma puede liberarse de sus cargas terrenales. Atrévete a compartir la forma más elevada de alabanza a Dios, asistiendo a la ceremonia de la vida en su propio templo, que es la naturaleza. Deja que allí tu corazón cante de felicidad al unísono con todas sus criaturas.

por Hortensia Galvis 

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