Si pusiéramos a un niño de tres años en medio de la habitación, y empezáramos a gritarle, diciéndole que es un estúpido, incapaz de hacer nada bien, que debe hacer esto y no hacer lo otro, y que se fije en los desastres que provoca, y de paso le diéramos algún que otro golpe, al final tendríamos un chiquillo asustado que se sienta obedientemente en un rincón, o un rebelde que destroza cuanto tiene a su alcance.
El niño mostraría uno de estos dos comportamientos, pero jamás llegaríamos a saber qué potencial tenía.
Si al mismo niño le decimos cuánto lo queremos y cuánto nos importa, que nos encanta el aspecto que tiene y que es simpático e inteligente, que nos gusta su manera de hacer las cosas y que está bien que cometa errores mientras aprende, y que estaremos siempre a su lado en cualquier situación...
¡entonces, el potencial que muestre ese niño nos dejará alucinados!
Si tuviera usted una amiga que siempre lo criticara, ¿querría estar cerca de ella? Quizá de niño lo trataron así; es una pena, pero eso fue hace mucho tiempo, y si ahora es usted quien opta por tratarse de la misma manera, es más triste aún.
De modo que ahora tenemos ante nosotros una lista de los mensajes negativos que oíamos de niños. ¿Qué correspondencia hay entre su lista y lo que siente que está mal en usted? ¿Son casi iguales? Probablemente sí.
Como base del guión de nuestra vida usamos aquellos primeros mensajes. Todos somos niñitos buenos y aceptamos obedientemente lo que "ellos" nos dicen que es verdad. Sería muy fácil limitarse a culpar a nuestros padres y ser víctimas durante el resto de nuestra vida, pero no sería muy divertido... y
ciertamente, no nos sacaría del atolladero.
Culpar a la familia
El pasado no se puede cambiar, pero el futuro va siendo configurado por lo que pensamos hoy.
Para liberarnos, es imprescindible que comprendamos que nuestros padres hicieron lo mejor que podían dado el entendimiento, la conciencia y los conocimientos que tenían. Cada vez que culpamos a alguien, dejamos de hacernos responsables de nosotros mismos.
Las personas que nos hicieron esas cosas tan terribles estaban tan asustadas y desorientadas como nosotros; sentían el mismo desvalimiento. No tenían la menor posibilidad de enseñarnos nada más que lo que a ellos les habían enseñado.
¿Qué sabe usted de la niñez de sus padres, especialmente antes de los diez años? Si todavía le es posible averiguarlo, pregúnteles. Si puede saber algo de cuando ellos eran niños, le será más fácil entender por qué hicieron lo que hicieron. Y ese entendimiento le aportará compasión.
Si no lo sabe, y ya no puede averiguarlo, procure imaginarse cómo puede haber sido. ¿Qué clase de infancia puede crear un adulto así?
Usted necesita saberlo, por su propia libertad. Porque no puede liberarse mientras no los libere; no puede perdonarse mientras no los perdone. Si les exige perfección, también se la exigirá a sí mismo, y será durante toda su vida un desdichado.
Elegimos a nuestros padres
Hacemos nuestras visitas a este planeta como quien va a la escuela. Si uno quiere hacerse esteticista, va a una escuela de esteticistas; si quiere ser mecánico, a una escuela industrial; si quiere ser abogado, a una facultad de derecho. Los padres que hemos escogido esta vez son la perfecta pareja
de "expertos" en lo que hemos decidido aprender.
Cuando crecemos, tenemos tendencia a señalar a nuestros padres con un dedo acusador, reprochándoles: "¡Mirad lo que me hicisteis!", pero yo creo que los escogemos...
extraído del libro: "Usted puede sanar su vida"
continuará...
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