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jueves, 21 de enero de 2010

ENTREVISTA A BRIAN WEISS

Es el creador de la terapia de vidas pasadas, basada en la reencarnación. Postula que numerosas enfermedades se explican y alivian cuando las personas “recuerdan” sus vidas anteriores. Incluso las de hace milenios, a las que sería posible regresar de la mano de la hipnosis.



–Soy judío en esta vida, pero fui católico, fui un sacerdote católico, fui budista, fui hindú, y un poeta musulmán en otras vidas. Todos cambiamos de raza, de religión, de nacionalidad, de género. De todo, debemos aprender.
n el dedo anular de su mano derecha luce un anillo de muy atractivo diseño. Un dibujo que, contra lo habitual, “mira” hacia él en lugar de hacerlo hacia quien lo observa. Es el sello oficial de la Universidad de Columbia, una de las más prestigiosas del mundo. Quizás, el psiquiatra estadounidense Brian Weiss necesita más mirar ese anillo que mostrarlo para tener siempre presente que él pasó por las aulas de esa casa. Allí se graduó, muy joven, magna cum laude (con grandes honores), y continuó después su formación en la vecina y también caracterizada universidad de Yale, donde llegó a ser jefe de residentes del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina.
Sin embargo, la vida (o, mejor dicho, esta vida) le tenía reservadas ciertas sorpresas. Porque, después de una respetable carrera como psiquiatra convencional, se divorció del conocimiento científico y se internó en un camino distinto, que en poco tiempo le ofreció más fama y posiblemente también mejores ingresos: la terapia de vidas pasadas, el enfoque terapéutico según el cual el camino que recorren las almas en sus sucesivas reencarnaciones permite hallar el motivo profundo y real de muchas de las angustias que nos acompañan en nuestra actual existencia. Autor de varios libros, Brian Weiss viaja por el mundo dando clases y seminarios. Y a pesar de que nació en Nueva York, una de las ciudades más fascinantes del planeta, desde 1974 vive en Miami. Semejante decisión, justifica, es simplemente porque allí el clima es más benévolo. Mientras comenta con tranquilidad que observando la Torre de los Ingleses, en Retiro, tuvo un déjà-vu y regresó a una vida pasada, repite –seguramente por vez número mil– cómo llegó el gran cambio a su vida.

–Mi esposa y yo tuvimos un hijo, Adam, que falleció a las tres semanas de una malformación cardíaca –recuerda–. Ya era médico y estaba especializándome en psiquiatría. Durante 10 años, la muerte de mi hijo no tuvo ningún efecto en mi trabajo. Hasta que llegó mi paciente Catherine, la mujer que bajo ese nombre supuesto menciono en Muchas vidas, muchos maestros. Ella fue la primera que comenzó a recordar vidas anteriores, vidas pasadas. Al principio yo no sabía si eran fantasías, o una metáfora, o recuerdos. Pero en el momento en que me dio información sobre mi hijo muerto, algo que únicamente mi esposa y yo sabíamos, supe que lo que me estaba contando no eran fantasías, sino mucho más que eso.
–¿Y hubo otros pacientes?
–Claro, hubo muchos otros casos después. Entonces, yo era el jefe del Departamento de Psiquiatría del hospital Mount Sinai de Miami y profesor en la universidad. Tenía una posición profesional y académica, dos hijos pequeños y una gran hipoteca por pagar. En un momento tuve que decidir si volcaría mis experiencias e investigaciones en un libro. Se jugaba mucho en esa decisión. Pero mi esposa y yo decidimos divulgarlo porque ambos habíamos padecido por esto, y todo lo que pudiéramos hacer para ayudar a las personas era importante.
–¿Cuál era la relación entre la vida pasada de Catherine y la suya?
–Catherine era una técnica de laboratorio, no tenía características psíquicas especiales, pero me habló del corazón de mi hijo, acerca de los detalles médicos, y también sobre mi padre, que había muerto dos años antes. Le pregunté: “¿Cómo conoces esta información?” Catherine estaba en estado hipnótico profundo y así se había convertido en médium. Ella respondió: “De los espíritus maestros que están a mi alrededor y me lo dicen.” Esto me dio vuelta el mundo por completo. Yo era totalmente escéptico, pero comencé a creer.
–¿Y cómo había llegado Catherine a esa vida pasada?
–A través de la hipnosis, que es solamente una forma de fijar la concentración en un punto. No es nada misterioso. Sucede a menudo: por ejemplo, hay personas hipnotizadas cuando están leyendo un libro muy bueno y no escuchan el ruido del tránsito; eso es un estado de hipnosis más leve, pero hay otra concentración, mucho más intensa, y eso ayuda a la memoria, a los recuerdos. Después de Catherine trabajé en regresiones con 4000 pacientes en los últimos 26 años.
–¿Regresión e hipnosis es lo mismo?
-No, la hipnosis es un proceso de concentración y la regresión es retroceder en el tiempo a través de los recuerdos. La hipnosis permite la regresión, es una puerta. Se puede volver más atrás en la vida actual y también llevar a la persona a otras vidas anteriores a ésta.
–¿La hipnosis no es dormir, estar inconsciente?
–No, es concentrarse, dirigir la atención hacia un punto, con el cuerpo relajado.
–Usted plantea que las almas reencarnan para aprender. ¿Esto es eterno?
–Sí. Nuestras almas son eternas. El cuerpo no. Es como comprar un auto. Cuando el auto de gasta, bajamos y subimos a otro. El alma, en cambio, es inmortal.
–¿Y no es peligroso hacer regresiones con pacientes psicóticos, o con ataques de pánico, o con cuadros muy inestables?
–No aplico este trabajo con pacientes psicóticos, a pesar de que algunos terapeutas están haciéndolo. Yo utilizo la hipnosis como herramienta para lograr la concentración, y a veces la gente que sufre Alzheimer, psicosis o demencias no lo logra. Pero sí lo uso para depresión, ataque de pánico o problemas físicos.
–¿Y qué porcentaje de personas son capaces de hacer regresiones?
–En Buenos Aires, hace algunos años, di una conferencia ante 700 personas y el 80% recordó una vida pasada.
–Y una vez que uno la recuerda, ¿la recuerda siempre en forma consciente?
–Más y mejor que un sueño.
¿Y eso no desestabiliza psicológicamente? Quizás uno ya tiene muchos problemas en esta vida y vivir, además, arrastrando vidas anteriores…
–No, en realidad esta terapia ayuda a superarlo. Supongamos que alguien ha sentido temor a ahogarse desde que era chico. Y en la regresión recuerda que se ahogó en el siglo XVI. El síntoma, en general, desaparece. La terapia no crea los síntomas, los elimina. Parece algo similar al psicoanálisis: al recordar, uno entiende. Es una catarsis.
–¿En cuánto se logran resultados?
–Depende del paciente. Algunos lo consiguen en la primera o en la segunda sesión. A otros, que tienen preeminencia del hemisferio izquierdo del cerebro y son más controladores, les cuesta más entregarse o confiar y quizá les lleve un poco más. Pero entre el 70 y el 80% de las personas pueden recordar alguna vida pasada. Las personas con fobias son las que más rápidamente logran resultados.
–¿Por qué? ¿La fobia viene siempre de alguna vida anterior?
–Sí, pero también de experiencias traumáticas en la niñez de la vida actual, y muchas veces, si viene de una vida pasada, vamos trayendo con nosotros la vulnerabilidad, arrastrándola. Entonces, recordar que es algo que ya pasó tiene el efecto de aclarar el panorama y la fobia se puede superar.
–Alguien puede decir: “En tu vida del siglo XVII moriste en la hoguera y por eso le temes al fuego.” ¿Por qué es curativo que yo lo recuerde y no que otro me lo cuente?
–Recordarlo uno mismo es mucho más inmediato, cercano y vivencial. Por ejemplo, si uno recuerda la hoguera, el fuego, con la ansiedad de ese momento es más poderoso que el hecho de que alguien nos lo cuente.
–Pero cuando se regresa a la vida pasada, ¿se siente, por ejemplo, el calor del fuego, el dolor por la quemadura?
–No es tan grave. Y el terapeuta puede controlarlo. Quizás en la primera experiencia haga que llegues a un estado tal como si estuvieras flotando por encima de lo que pasó, separada de la situación, como si estuvieras observando o mirando una película. La próxima vez te acercas un poco más. Es una técnica llamada atenuación, y es muy efectiva, muy útil, para evitar sufrir dolor al recordar. Es por eso que hace tanta falta que haya un buen terapeuta haciendo este trabajo con uno. Hay muchos mitos acerca de la hipnosis. Pero la realidad es que la persona puede abrir los ojos y poner fin al momento hipnótico cuando ella misma quiera.
–¿Cuánto cobra usted?
–En Miami, por ejemplo, el costo promedio de un psiquiatra es de 200 dólares por hora de trabajo, para todo tipo de tratamiento.
–¿Y en qué casos funciona el método?
–No quisiera decir que siempre cura el asma o el cáncer, aunque ayuda. Sabemos que el estrés reduce la capacidad del sistema inmune, y esta terapia es todo lo contrario del estrés. Recuerdo un caso: un paciente que había sido ahorcado en su vida anterior y tenía dolor de cuello en esta vida. Esto le pasó a un radiólogo que traté. Se hizo ver por cirujanos ortopedistas, lo operaron, y nadie lo pudo ayudar. Tomaba medicación, analgésicos muy fuertes. Cuando recordó que lo habían ahorcado en una batalla durante la Edad Media su dolor desapareció. Y no era una persona fácil de sufrir sugestiones. Esto no es una prueba de la reencarnación, no es una prueba de ADN, pero sí de que el método funciona.
–¿Y cuál caso sería una prueba?
–Bueno, el de la mujer que encontró a sus propios hijos. Es un caso de validación porque ella pudo contarles todo a sus hijos acerca de su niñez. Ella había muerto en 1932 de complicaciones en el parto de su octavo hijo y había nacido otra vez en 1953. Cuando ella comenzó a recordar, sus hijos tenían entre 70 y 80 años, y ella, unos 40.
–Según lo que dice, ella había reencarnado en poco más de 20 años… ¿Cada cuánto se reencarna?
–Puede ser muy rápido o muy lento. Según la necesidad de lo que el alma tenga que aprender. Y con quién tiene que volver, con qué otras almas tiene que volver. Porque en realidad nos reencarnamos una y otra vez, y esto junto a muchas de las mismas almas. Por eso uno a veces siente que ya “conoce” a la gente de otra vida, y esto puede ser así.
–¿Alguna vez publicaron sus investigaciones en alguna revista científica?
–Fueron ofrecidas, pero rechazadas. Es una paradoja: ¿cómo hacemos que esto sea estudiado y analizado por pares si nunca lo aceptan? Yo solo, sin incluir a todos los miles de terapeutas que hacen este trabajo en el mundo, tengo varios miles de casos. Freud, que creó el psicoanálisis, lo hizo con ocho casos. Y fundó una escuela, pero llevó años y años en lograr aceptación. Hay dos niveles: uno es el terapéutico, y no cabe duda de que esto funciona –hay miles de casos documentados–. El otro es el nivel de la validación, que es muy difícil. Porque también se vincula con un enfoque filosófico. ¿Son vidas pasadas o quizá pueden ser vidas simultáneas, en dimensiones paralelas? Los físicos modernos saben más que los psiquiatras sobre esto.
–El alma va hacia el pasado. ¿Y también puede ir hacia el futuro?
–Muchos sueñan sobre el futuro. Los llamamos sueños precognitivos. Hay gente que ganó la lotería por soñar el número.Y los físicos dicen que sí, que uno puede hacerlo porque el tiempo gira, hace una curva; casi lo contrario de lo que uno podría creer a primera vista.
–¿Cree en la vida extraterrestre?
–Yo creo que sí. Hablé con Carl Sagan, y dijo que estadísticamente tenía que ser así.
–¿Qué idea tiene del karma?
–El karma no es un castigo. Tiene que ver con el aprendizaje. Es un concepto similar a aquel que dice que uno cosecha lo que sembró. Todas nuestras acciones tienen resultados y somos responsables por nuestras acciones.
–¿Y cuando ve niños muertos de hambre piensa que cumplen con su karma?
–Quizá sí, quizá no. No se sabe. Quizá se están ofreciendo como voluntarios para volver a nacer y enseñar sobre el amor, para que otras personas puedan aprender a ser compasivos, a compartir. Quizá son almas muy sabias, que saben que van a vivir corto tiempo y luego volver hacia el otro lado…
–¿Qué es “el otro lado”?
–El cielo, el paraíso. Como quiera usted llamarlo. Son dimensiones superiores.
–Según esta teoría, entonces, no existen ni el bien ni el mal, ni las buenas ni las malas acciones…
–En lugar de mal yo hablaría de ignorancia. De gente que no entiende que somos seres espirituales y que estamos acá, en la escuela, aprendiendo. Y esta gente fracasa una y otra vez. –Desde esta postura, Hitler, entonces, no era malo, sino ignorante…
–Sí… –¿Usted les dijo esto mismo a las víctimas del Holocausto?
–Sí. Porque muchas de ellas ya han vuelto a nacer y las encuentro constantemente.
–¿Y cómo se sienten?
–Maldad es simplemente una palabra. Hitler fue terrible, lo mismo pasó con Stalin u otros. ¿Qué importa cómo los llamemos? Sus almas tienen que aprender todavía. Un niño de tercer grado, ¿es malo porque no sabe sumar, restar, multiplicar y dividir o es ignorante porque no llegó al nivel de aprendizaje? La gente siempre fue violenta; ésa es una de las lecciones importantes que tenemos que aprender. Pero Hitler tiene mucho por hacer. Es su karma. No tiene solamente que compensar a estas personas, sino también a sus familiares. El va a sufrir durante miles de vidas. Y eso es peor que el infierno.
 –¿Y ya volvió a reencarnar el alma de Hitler?
-No lo sé. Yo no lo encontré.

Por Gabriela Navarra

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