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martes, 25 de octubre de 2011

Perdonar a tu niño



Como ocurre en cualquier relación en la que hay resentimiento, es posible que se sienta que la persona a quien más se necesita perdonar es a uno mismo. Si fuimos maltratados, puede que nos sintamos culpables o enfadados con nosotros mismos, que creamos, por ejemplo, que deberíamos habernos defendido, haber luchado o huido de los malos tratos. Hayamos hecho lo que hayamos hecho cuando éramos niños, por más «malos» que nos dijeran que éramos, no merecíamos el dolor ni la rabia ni la humillación. Por encima de todo es importante saber y aceptar que ninguno de los malos tratos fue por culpa nuestra. Si deseamos sanarnos, es esencial recordar que hicimos lo mejor que podíamos hacer con el grado de conciencia que teníamos y la profundidad del temor que experimentamos. Ahora podemos tomar otras decisiones.

Muchos padres culpan a sus hijos de su infelicidad. Una amiga mía, por ejemplo, creció escuchando esta letanía: «Si no fuera por ti, seríamos tan felices tu padre y yo». Su curación comenzó por perdonarse a sí misma, por reconocer que no era responsable de la infelicidad de su madre, y continuó con la aceptación de la rabia que sentía contra su madre, y después perdonándola por haberle echado sobre los hombros esa culpa durante tantos años.

Tal vez ahora sientas rabia contra ti, como un niño adulto, por no haber perdonado antes a tus padres. Mirar hacia atrás no es útil si lo usas para condenarte. Tal vez pienses: «He perdido un tiempo precioso». Esto puede ser especialmente cierto si tu padre o tu madre o los dos han muerto. La verdad es que durante el tiempo que crees «perdido» ibas avanzando hacia el momento en que el perdón sería posible. Nadie puede perdonar antes de estar preparado para hacerlo.

¿Se puede sanar la relación con los padres cuando ya han muerto? Si tuvimos una relación dolorosa con nuestros padres y ellos murieron antes de que tuviéramos la oportunidad de perdonarlos, tal vez sintamos remordimiento por haber perdido la ocasión de hacer las paces con ellos. Si tenemos en cuenta las opciones que eran evidentes para nosotros, puede que no nos fuera posible perdonar antes. Recordemos ser amables con nosotros mismos.

Si se tuvo una relación dolorosa con los padres, tal vez su muerte haya significado una especie de alivio. «Bueno, finalmente ha acabado la relación, ya no tendré que volver a tratar con ellos», se podría pensar. Pero si han muerto y uno siente que hay un «asunto inconcluso» con ellos, éste afecta a nuestro bienestar hasta que se resuelve. Si tus padres han muerto, independientemente de cómo te afectó su muerte o de cuál fue tu relación con ellos mientras vivieron, puedes sanar la relación ahora. Ciertamente todavía te es posible perdonarlos. Tu disposición a hacerlo sólo requiere de ti. He tenido la experiencia de que también es posible una profunda sensación de curación mutua. Hacia el final de mis seminarios sobre el perdón dirijo una visualización llamada «Amor y perdón». Antes de comenzarla, los participantes eligen a una persona que les inspira rabia o rencor y a quien desean perdonar para compartir una relación sanada. Durante la visualización, animo a los participantes a invitar a esa persona a ir con ellos a un imaginario lugar seguro. Siempre que hago esa visualización, casi sin excepción, una persona ya fallecida (que suele ser el padre o la madre) surge en el recuerdo de algunos participantes. A veces han elegido a otra persona y, ante su sorpresa, entra en escena el progenitor fallecido. Durante el encuentro y la conversación, padre o madre e hijo suelen perdonarse mutuamente. Durante este proceso, al escuchar a la persona fallecida, se gana en comprensión sobre su parte en la experiencia. La oportunidad de sentir simpatía con respecto a las experiencias y los puntos de vista del otro ofrece la posibilidad de comprender y tratar la herida, y a consecuencia de ello suele darse una auténtica y profunda curación emocional.

Cuanto más eliges una conciencia amorosa, más constante, integrada y natural se hace la expresión del perdón, y éste siempre te procura un mayor sentimiento de paz, salud y plenitud. Sin embargo, recuerda que el perdón, sobre todo al principio, no necesariamente dura, cuando ha habido muchos juicios, críticas y rabia en el pasado. Es posible que pienses que por fin has perdonado a alguien y a los pocos minutos un comentario o un recuerdo te vuelve a producir enfado. A veces, cuanto más fuerte nos sentimos, mayor es nuestra capacidad para hacer aflorar la rabia escondida en lo más profundo.

Recuerda que el perdón es un proceso continuo y no algo logrado de una vez. Sé amable contigo.

Robin Casarjian

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